ANDROGENO
PRESENTA
UNA OBRA TEATRAL
DIC. EUGENIA HADANDONIOU
En escena: Marcos García, Iván Jesús Gimenez, Martín Gaetán, Guillermo Vanadía,
Santiago San Paulo, Germán Carloni.
EL PESO DE SER HIJO
La muerte llama a rememorar los caminos de vida recorridos por un grupo de amigos. Dirigida por Eugenia Hadandoniou, Alfa y omega. Bio/logía 2 o los hijos del hombre, interroga sobre los principios y finales a través de la posibilidad de liberación.
Por Iván Zgaib
“No es fácil ser hijo”: hijo del padre, del que se escribe con mayúscula y del que se escribe sin. Hijo de Jesucristo. Hijo de esta sociedad. Cuando la experiencia sacude el acontecer regular de la vida, el tiempo se congela y abre un espacio de revisión; mirar hacia atrás, para volver a ser hacia adelante. “No es fácil ser hijo”, exclama Guille después de haber despertado de la muerte para encontrar a su grupo de amigos una vez más, aunque de manera diferente. En esta ocasión, rememorando los muchos pesos con que la vida los ha cargado hasta su lecho de muerte.
En Alfa y omega. Bio/logía 2 o los hijos del hombre, Eugenia Hadandoniou pone en escena a cinco amigos reunidos en una despedida. Cuando uno de ellos vuelve a abrir los ojos luego de agonizar, el banco sobre el que yacen los jóvenes permanece atado a unas cadenas cuyo origen parece desconocido. “No se ve a dónde llega esto”, comenta un personaje mientras tira de las cuerdas y dirige su mirada hacia arriba, esperando encontrar el punto inicial donde comienzan a encadenarse las ataduras. De allí en más, las conversaciones en que se envuelven los amigos los retrotrae a visitar los caminos que han transitado a lo largo de su vida, y las figuras que han forjado las jaulas y cadenas que cuelgan sobre sus cabezas. Dios, los padres y la herencia de una infancia tumultuosa son así evocados en el transcurso de la obra.
Aquellos recuerdos convulsionan a los personajes, y a partir del diálogo, las angustias se hacen carne en sus cuerpos. Cuerpos arrebatados por el golpe de escrituras sagradas que los adormecen. Cuerpos ahogados en sollozos que los estremecen sobre el suelo del pasado. Si la despedida ha devenido en instancia de rememoración, las conversaciones que mantienen los amigos ponen a flor de piel los fantasmas que subsisten en un tiempo omnipresente. Los límites entre la vida y la muerte entonces se desdibujan, y los personajes se aventuran a iniciarse en un juego de exorcismos.
En esta odisea que enmarca el relato, los principios de una vida irrumpen en la fiesta que sella su final. Un final, sin embargo, que es puesto en cuestionamiento al igual que los designios (paternales, familiares, religiosos) que orientaron la vida misma. Inmersos en las reminiscencias invocadas por la muerte, los personajes podrían hacer posible la esperanza de desprenderse de las cadenas que aún los retienen. Para ello, la despedida se vuelve un juego doble: el de llevar y asumir las vestiduras que acarrean, y el de despojarse de las vestimentas hasta abrazar la libertad de la piel desnuda. Cuando la despedida está alcanzando su fin, un cuervo hace sonar su canto por encima de las voces de los jóvenes. Después de esto, se encontrarán en otro lado. Ahora que las aves se han liberado de las jaulas, los amigos podrán encontrarse en un lugar diferente.
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